jueves, 21 de abril de 2011

Jueves Santo.

Los profetas predijeron muchas cosas sobre el misterio pascual, que es el mismo Cristo, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Él vino del cielo a la tierra para remediar los sufrimientos del hombre; se hizo hombre en el seno de la Virgen, y de ella nació como hombre; cargó con los sufrimientos del hombre, mediante su cuerpo, sujeto al dolor, y destruyó los padecimientos de la carne, y él, que era inmortal por el Espíritu, destruyó el poder de la muerte que nos tenía bajo su dominio.

Él fue llevado como una oveja y muerto corno un cordero; nos redimió de la seducción del mundo, como antaño de Egipto, y de la esclavitud del demonio, como antaño del poder del Faraón; selló nuestras almas con su Espíritu y los miembros de nuestro cuerpo con su sangre.
Él, aceptando la muerte, sumergió en la derrota a Satanás, como Moisés al Faraón. Él castigó la iniquidad y la injusticia, del mismo modo que Moisés castigó a Egipto con la esterilidad.
Él nos ha hecho pasar de la esclavitud a la libertad,de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la tiranía al reino eterno, y ha hecho de nosotros un sacerdocio nuevo, un pueblo elegido, eterno. Él es la Pascua de nuestra salvación.
Él es quien sufría tantas penalidades en la persona de muchos otros: él es quien fue muerto en la persona de Abel y atado en la persona de Isaac, él anduvo peregrino en la persona de Jacob y fue vendido en la persona de José, él fue expósito en la persona de Moisés, degollado en el cordero pascual, perseguido en la persona de David y vilipendiado en la persona de los profetas.
Él se encarnó en el seno de la Virgen, fue colgado en el madero, sepultado bajo tierra y, resucitando de entre los muertos, subió a lo más alto de los cielos.
Éste es el cordero que permanecía mudo y que fue inmolado; éste es el que nació de María, la blanca oveja; éste es el que fue tomado de entre la grey y arrastrado al matadero, inmolado al atardecer y sepultado por la noche; éste es aquel cuyos huesos no fueron quebrados sobre el madero y que en la tumba no experimentó la corrupción; éste es el que resucitó de entre los muertos y resucitó al hombre desde las profundidades del sepulcro.


De la Homilía de Melitón de Sardes, obispo, Sobre la Pascua

domingo, 17 de abril de 2011

Dejame entrar en Jerusalén

Siempre me he preguntado, por qué se lee el relato de la pasión y muerte de Jesús, el día de la entrada triunfal del mismo Señor Jesucristo en Jerusalén el Domingo de Ramos. Jesús montado en un pollino entra en Jerusalén. Un burro al que nadie había montado aun y al que nadie posiblemente montará jamás. ¿Por qué? Siempre que pienso en este animal, pienso en la humildad y cierta melancolía que trasmite este animal. Pienso que el burro es el más humilde de todos los animales de la creación; cuando el Hijo de Dios entró en nuestra historia, cuando el Verbo se hizo carne, a su lado estaba precisamente un burro, y ahora que entra en la ciudad santa de Jerusalén lo hace también en un Burro. ¿Por qué? Entra en la ciudad entre hossanas. Jesús entra como Rey. ¡Hosanna al Hijo de David! Un Rey ciertamente extraño. Un Rey singular. Un Rey totalmente distinto a los reyes que existieron en este mundo. Un Rey cordero, pollino siervo de los hombres...

Siempre he imaginado a Jesús entrando a Jerusalén por la mañana; aunque a veces lo veo entrando al atardecer... esto depende del estado de ánimo en que me encuentre... y según eso a veces me veo o quiero ser el humilde pollino que carga a Jesús, otras veces siento que soy una palma agitada por el viento o por la mano de alguno de los que dicen Hossana al Hijo de David... y otras veces... simplemente una alfombra o una manta tendida en el suelo por donde pasa el pollino que lleva a Jesús camino a Jerusalén.

Como quiera que fuera, Jesús entra en Jerusalén... y con el quiero entrar también yo, aunque luego venga el trájico relato de la Pasión y Muerte... es decir, queiro ser parte de esta historia. Déjame estar a tu lado señor amor de mi vida, no me sueltes, ya sabes como soy... déjame entrar contigo en Jerusalén. Tu me has escogido de no se que rebaño, establo para ti así como soy... como nadie me ha visto, tu me has visto con tanto amor. Tu sabes que te amo ! déjame entrar contigo en Jerusalén.