jueves, 29 de abril de 2010

Buen Pastor, Pastor Bueno.

4º DdP


El evangelio de Juan nos dice, que las ovejas escuchan la voz del pastor y le siguen; le siguen, porque conocen su voz. Y en otro pasaje dice que a cada una la llama por su nombre. Esto es extraño, pues yo he visto pastores, y los pastores no van delante de las ovejas, sino que el pastor va detrás de ellas, arreándolas; no conocen la voz del pastor, y menos las llama por su nombre. En cambio a los perritos, sucede que el amo les pone un nombre y el cachorro conoce la voz de su amo y le obedece. El hecho de que las ovejas conozcan la voz de su pastor y le sigan, tiene que ver con el modo de criar a las ovejas.

El Buen Pastor es el Señor Jesús Resucitado -claro está-, por eso hemos de preguntarnos: ¿es el Señor Jesús es mi pastor? ¿Cómo se, yo, que soy su oveja? Pues mi pastor es aquel que guía mis pasos, que orienta mi vida; mi pastor es aquel a quien le escucho, aquel de quien conozco su voz y le obedezco. ¿Quién es mi pastor? ¿Oveja de quien soy? Puede que mi pastor sea el horóscopo, la moda, la música, la telenovela, un filósofo o una ideología. Si no escucho la voz del Señor y no obedezco sus palabras, entonces, el Señor no es mi pastor. Puedo decir que soy oveja del Señor, que él es mi pastor, pero si estoy detrás de otros pastores; entonces el Señor Jesús no es mi pastor.

Hubo un tiempo en mi vida que me consideraba oveja del Señor, pero no escuchaba su voz. Andaba perdido por otros rebaños, oyendo la voz de pastores extraños que prometían llevarme al buen pasto fresco que ansiaba mi corazón, y terminaba insatisfecho y descontento; prometían llevarme al agua para calmar la sed hiriente de mi alma y no encontraba descanso para mis angustias y tribulaciones. Mas el Señor Jesús que no solo es el Buen Pastor, sino que es un Pastor Bueno, ha salido a mi encuentro y me esta regresando al rebaño. Y de esto no digo más.

¿Quién es, pues, el buen pastor? Ser un buen pastor no tiene que ver –en primera instancia- con la cuestión moral. Sino que un buen pastor es aquel que cuida de sus ovejas, que les conduce a la hierba fresca y al agua limpia. Dado que nosotros somos las ovejas, y el alimento de las ovejas es el pasto, hemos de preguntarcos: ¿cuál es el pasto con que nos alimenta el buen pastor? ¿Dónde esta ese pasto? El pasto con el que nos alimenta el que Buen Pastor, es la Verdad contenida en su Palabra. El buen pastor es el que lleva a las ovejas al pasto de la verdad, y no al pasto del engaño, de la mentira y la apariencia. El buen pastor lleva al pasto de la verdad y através de esta a la santidad.

viernes, 23 de abril de 2010

¿Me Amas? Una Pregunta.

3ºDdP

En el devenir de nuestra historia personal, hemos de enfrentarnos cara a cara con estas dos preguntas: ¿Quién soy yo para ti? ¿Me amas? De pronto aparece alguien y nos lo pregunta. ¿Verdad? Son dos preguntas existenciales. Dos peguntas, que también el ser cristiano ha de responder. Pues la vida de fe, del hombre con nostalgia de Dios, estriba entre estas dos preguntas. En este tercer domingo de pascua el Señor Resucitado nos pregunta como a Pedro: “¿me amas?” -porque la historia de Pedro, es mi historia, y es la historia de todo hombre que en su corazón ha decidido seguir al Maestro-,Y así como Pedro respondió, también, hemos de responderle nosotros. Tres veces le preguntó a Pedro, y otras tantas nos lo ha de preguntar.

La primera respuesta de Pedro es inmediata, convencido, y seguro de su amor. Con la misma actitud de un enamorado por primera vez. Un enamorado que iría hasta a la cárcel por amor, que daría su vida por amor, que en la locura del amor primero está dispuesto a todo. “Si, Señor, tu sabes que te quiero”. La segunda respuesta que da Pedro a la pregunta del Maestro, podríamos decir, que es una respuesta calculada, pensada, meditada, con cierta incertidumbre y poco inmediata, por su cabeza pasaría todas las promesas que le había hecho Jesús; y que él por seguirle, lo había dejado todo, su red, su barca, su suegra… ¿Cómo no lo voy a amar si por él lo he dejado todo? ¿Qué es eso, si no es amor? “Si, señor, tu sabes que te quiero”. Una vez más, seguro de su amor pero, sin conocer su corazón.

Cuando por tercera vez el amado pregunta: ¿me amas más que estos? Pedro se entristece y calla. Es ahora cuando se da cuenta de que sabe de su amor, pero no de su corazón. ¿Cómo lo voy a amar, si lo he negado, si lo he abandonado? ¿Que clase de amor es ese? No, eso no puede ser amor. Tres veces lo he negado. Tres veces me pregunta. Pero, ¿cómo no amar a este hombre tan maravilloso? Tantos son los signos que me ha mostrado, ¿Cómo no creer en Él? Tantas cosas ha hecho por mi, ¿Cómo no quererlo? ¿Cómo no amar a Jesucristo? tantas palabras, tantas cosas… No es un deber el amarlo, no es una obligación, para mi es una necesidad; si quiero, puedo regresar a mi barca y echar la red a la derecha y pescar, y vivir por el resto de mi vida de la pesca. No, no tengo ninguna obligación de seguirle. No es un deber el amarlo, es para mi una necesidad. Un día a orillas del mar lo conocí, me dijo: “desde ahora serás pescador de hombres”; me invitó a seguirle y yo lo he seguido. Y a pesar de que lo he negado, es para mí una necesidad de gratitud, de cariño, de amor. Es como la sed este amor, que me lleva a correr a la fuente del agua. Y mientras más bebo, más necesito de Él. Es para mí una necesidad. No una obligación. ¿Quién eres tú, Señor, que me mandas que te ame, y si no te amo, me amenazas con terribles desgracias? ¿Es que no es suficiente desgracia el no poder amarte? Si tuviera diez barcas llena de peces, pero, si me faltaras Tú, no tendría nada. Estaría vacío. Tal vez algún día por el miedo vuelva a negarte, pero por favor Señor, por favor, no dejes de preguntarme: ¿me amas más que estos? Entonces recordando mi pecado y tu misericordia diré: “Señor, tu lo sabes todo; tú sabes que te amo.

sábado, 17 de abril de 2010

Yo me Confieso Directamente a Dios.

El segundo domingo de pascua, es el domingo de “la divina misericordia”. Y nada mejor para hacer presente la divina misericordia de Dios que el sacramento de la reconciliación. Dios es Misericordia, y esta Misericordia se manifiesta en el perdón de los pecados; y este perdón de los pecados nos viene a través de los apóstoles a quienes Jesús les dio poder para perdonar pecados y poder para retenerlos (Jn 20,22-23). Y este poder de perdonar pecados se hace presente en el sacramento de la reconciliación.

Sin embargo es frecuente la frase: “yo me confieso directamente a Dios”. No necesito de nadie para obtener el perdón de mis pecados, y además, ¿por qué me voy a confesar a un sacerdote que también es hombre como yo y pecador también? Si, es verdad, como presbítero puedo decir: que el sacerdote también es pecador, y por eso también él tiene que confesar sus pecados a otro sacerdote.

Siguiendo la lógica de quien dice: “yo me confieso directamente a Dios, porque el esta en todas partes y esta en mi corazón y no necesito de nadie para confesarle mis pecados”, podríamos inferir también: “yo no me confieso a Dios, porque como está en todo lugar y en mi, el sabe mi pecado, así que no es necesario confesarlo, porque Él ya lo sabe”. Anthony de Mello decía: “Perdóname Señor por pedirte perdón, porque al pedirte perdón, he olvidado que tu eres misericordia y que me has perdonado antes de que yo te pidiera perdón”. Bellísimo, ¿verdad? Ciertamente, Dios nos perdona, incluso antes de que le hayamos pedido perdón, y también cuando en lo secreto de nuestra oración le pedimos perdón de nuestras ofensas, pues Él no quiere la condenación del pecador, sino, que se convierta y viva; pero ¿dónde está la certeza de que verdaderamente Dios me ha perdonado?

Por la fe en las palabras de Jesús, tenemos la certeza de que Dios ha perdonado nuestros pecados: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos." (Jn 20,22-23). Tenemos la certeza de que Dios nos ha perdonado cuando confesamos los pecados en el sacramento de la confesión. No es el sacerdote en si como hombre que perdona los pecados, -porque solo Dios puede perdonar los pecados-, sino Dios que actúa en el sacerdote; o mas aún, el sacerdote que actúa en la persona de Cristo –in persona Christi-, por eso el sacerdote dice: “…Yo te absuelvo de todos tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Ahí esta la certeza de que verdaderamente Dios ha perdonado mi pecado.

Si, ya se, a mi también me da vergüenza confesar mis pecados, y muchas veces tengo que confesar los mismos pecados, ¡que vergüenza! ¿Verdad? Sería muy cómodo y fácil para mí, si realmente podría confesar mis pecados “directamente a Dios” sin necesidad del sacerdote, y obtener el perdón de mis pecados sin recurrir al sacramento de la reconciliación. Y así cada vez que cometiera algún pecado ya no tuviera que tomarme la molestia de buscar al sacerdote, y tener que pasar el roche de contar mis pecados, pero yo creo en lo que dijo Jesús: así que caballero nomás, tengo que confesarme.

jueves, 8 de abril de 2010

Los Signos de la Resurrección.


La Pascua es la fiesta más importante del cristianismo. Es la fiesta de las fiestas. La fiesta de nuestra salvación y como tal hay que celebrarlo. Hemos de celebrar la Pascua no solo con la preparación interna, -la confesión, el ayuno y la oración-, sino también con los signos externos. No solo hay que preparar el espíritu, sino también el cuerpo. Si en la cuaresma el Señor Jesús nos ha dicho cuando ayunes lávate la cara, perfúmate el cabello, ¡cuánto más hemos de perfumarnos en la pascua! y ¡vestir nuestras mejores galas! Y esto no solo para que nuestro Padre Celestial lo vea, sino para que a través de los signos externos, comuniquemos la alegría pascual, y así ser testigos de la resurrección de Cristo en el mundo que nos rodea.

La Pascua es la fiesta de las fiestas, hemos dicho y sin embargo, entre la Pascua y la Navidad, la navidad es la que es más celebrada por la gente, impulsado por la cuestión comercial claro está; entre otras cosas, en la navidad la gente come panetón con chocolate, champagne, pavo, se dan regalos y esperan la media noche para abrazarse y reventar los cuetillos, cuetones, y demás material pirotécnico; en cambio en la pascua nada de eso. Y de algún modo está bien, porque la cuestión comercial haría perder el sentido verdadero de la pascua, como mucha gente que relaciona la semana santa con el feriado largo, el turismo interno, campamentos, etc.

No obstante, los cristianos hemos de vivir la pascua como hombres nuevos, resucitados, acompañado de signos que muestren esta nueva creación, entre otras cosas, estrenar algo nuevo en la pascua es algo bonito, un zapato, una blusa, un pantalón o un pañuelo, algo nuevo, para significar que Dios hace nuevo todas las cosas. Y para vivir lo festivo cocinar o comer algo especial ese día. Así, los signos nos ayudan a vivir la Pascua; vivamos ansiando año tras año la fiesta de la pascua, para que así le enseñemos a nuestro corazón a ansiar la pascua eterna en la que contemplaremos el rostro de Dios.

He pasado la Semana Santa en la Parroquia de la Anunciación en San Gabriel Villa María del Triunfo. Y hemos tenido una Pascua maravillosa en la que el Señor Jesús Resucitado se ha dejado ver a través de signos. Porque es a través de signos que sabemos que Cristo ha Resucitado: La tumba de Cristo vacía, las vendas y el sudario; los Ángeles indicando que ¡Cristo está vivo!

Un signo que el señor nos dio la noche de la vigilia pascual, fue una pequeña lluvia de más o menos media hora. Una lluvia inusual precisamente en la noche en que Cristo ha resucitado. Esto que podría ser tan insignificante y que podría ser explicado desde el punto de vista del cambio climático trastocado, lo interpretamos desde el punto de vista de la fe, porque eso es lo que somos, “hombres de fe”; puesto que el agua representa la vida, la salud, la pureza y la alegría, lo interpretamos como un signo de Dios que nos bendice en la noche santa y nos da nueva vida, que nos purifica de toda iniquidad y nos salva. Ahora bien, tomemos la mano del Señor Jesús que venció la muerte con su muerte y nos dio nueva vida con su resurrección. Salgamos del sepulcro junto con Él.

lunes, 5 de abril de 2010

El Descenso Del Señor a la Region de los Muertos

De una antigua homilía sobre el santo y grandioso Sabado.

¿Qué es lo que pasa? Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el rey está durmiendo; la tierra está temerosa y no se atreve a moverse, porque el Dios hecho hombre se ha dormido y ha despertado a los que dormían desde hace siglos. El Dios hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento a la región de los muertos.
En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a la oveja perdida. Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; Dios y su hijo van a liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él.
El señor hace su entrada donde están ellos, llevando en sus manos el arma victoriosa de la Cruz. Al verlo, Adán, nuestro primer padre golpeándose el pecho de estupor, exclama, dirigiéndose a todos: “mi Señor está con todos vosotros”. Y responde Cristo a Adán: “y con tu espíritu”. Y, tomándolo de la mano, lo levanta, diciéndole: “despierta, tu que duermes, levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo”.
Yo soy tu Dios, que por ti me hice hijo tuyo, por ti y por todos estos que habían de nacer de ti; digo, ahora, y ordeno a todos los que estaban en cadenas: “salid”, y a los que estaban en tinieblas: “sed iluminados”, y a los que estaban adormilados: “levantaos”.
Yo te lo mando: despierta, tú que duermes; porque yo no te he creado para que estuvieras preso en la región de los muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la vida de los que han muerto. Levántate, obra de mis manos; levántate, mi efigie, tu que has sido creado a imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú en mí y yo en ti somos una sola cosa.
Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo; por ti, siendo Señor, asumí tu misma apariencia de esclavo; por ti, yo, que estoy por encima de los cielos, vine a la tierra, y aún bajo la tierra; por ti, hombre, vine a ser como hombre sin fuerzas, abandonado entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto paradisíaco, fui entregado a los judíos en un huerto y sepultado en un huerto.
Mira los salivazos de mi rostro, que recibí, por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con los clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido.
Me dormí en la cruz, y la lanza penetró en mi costado, por ti, de cuyo costado salió Eva, mientras dormías allá en el paraíso. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te sacará del sueño de la muerte. Mi lanza ha reprimido la lanza de fuego que se alzaba contra ti.
Levántate, vayámonos de aquí. El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio, te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celestial. Te prohibí comer del simbólico árbol de la vida; mas he aquí que yo, que soy la vida, estoy unido a ti. Puse a los Ángeles a tu servicio, para que te guardaran; ahora hago que te adoren en calidad de Dios.
Tienes preparado un trono de querubines, están dispuestos los mensajeros, construido el tálamo, preparado el banquete, adornados los eternos tabernáculos y mansiones, a tu disposición el tesoro de todos los bienes, y preparado desde toda la eternidad el reino de los cielos”.