martes, 9 de noviembre de 2010

Los mas desgraciados del Mundo

Al igual que en nuestros días, en tiempos de Jesús existía gente que no creían en la resurrección de los muertos. La secta que negaba la resurrección de los muertos, eran los llamados Saduceos. En nuestro medio hay gente que en vez de creer en la resurrección, cree en la reencarnación, o en cualquier otra cosa. No nos vamos a detener a analizar las otras creencias ahora, sino que vamos a ver la importancia de la Resurrección y la consecuencia de negarla.

Ya desde el primer día de la resurrección de Jesucristo, se ha querido negar la resurrección. Sobornaron a los soldados para que dijeran que vinieron los apóstoles y se llevaron el cuerpo de Jesús, y que eso de la resurrección es una mentira inventada por los apóstoles. Y aún se sigue luchando contra esta verdad. No hace mucho salió una película en la que un arqueólogo encuentra el cuerpo de Jesucristo. Demostrando de ese modo que la resurrección es una mentira. Y haciéndonos ver, a los que creemos en la resurrección, como diría San Pablo: como los hombres más desgraciados y dignos de compasión. Diciendo con esto que después de dos mil años, millones de personas han creído en una mentira.

Nadie en su sano juicio se dejaría matar por defender una mentira. Si la resurrección de Jesucristo fuera una mentira, sería absurdo, estúpido y en vano el sacrificio de los apóstoles y de tantos mártires que dieron su vida por predicar esta verdad. Con la fe puesta y en la esperanza de la propia resurrección, los apóstoles se han dejado matar por defender y predicar la resurrección de Jesucristo. Jesucristo ha resucitado verdaderamente. Y es un Dios de vivos y no de muertos, pues como dice el evangelio: para Él todos están vivos. Entonces no deberíamos decir “hay vida después de la muerte”, sino, “hay vida (eterna) después de esta vida (efímera)”

Zaqueo el Publicano

Ciertamente uno de los personajes más detestados en el pueblo de Israel, en tiempos de Jesús, era sin duda, el publicano. Los publicanos eran considerados como pecadores públicos. ¿Cuál era su pecado? Dado que el publicano trabajaba para el Imperio Romano cobrando impuestos a su propio pueblo, eran considerados como traidores de su raza y de su nación y al mismo tiempo ladrones. Algo así como los políticos de nuestros días, que tienen fama de corruptos y ladrones. No es raro oír a la gente decir, por ejemplo: “todos los políticos son ladrones, prometen y no cumplen” “entran al poder solo para robar, para enriquecerse”. Pues esa era la fama que tenían los publicanos. Con toda seguridad se aprovecharían de su oficio, abusarían de su poder para cobrar más de lo debido y así enriquecerse.

Pues el evangelio de este domingo nos habla de un hombre que era muy rico y que además era el jefe de los publicanos -con razón era muy rico-. Si decimos que el publicano era detestado por la gente de su pueblo, ¡cuánto más odiado sería este jefe de los publicanos! Y para colmo era bajo de estatura. Ya me imagino cómo la gente se burlaría de su estatura en venganza de todo el abuso.

Zaqueo, -el jefe de los publicanos- quería ver a Jesús pero la gente se lo impedía, pienso que lo hacían al propósito. Ya saben por qué. Pero era tal el deseo de Zaqueo de ver a Jesús que no le importó hacer el ridículo, se adelanto y se subió a un árbol por donde tenía que pasar Jesús para así poder verlo. Ya me imagino a la gente riéndose y burlándose de Zaqueo. No obstante, Jesús al ver la actitud de Zaqueo, que no le importó hacer el ridículo y humillarse con tal de ver a Jesús, mirando arriba le dijo: “Zaqueo baja en seguida que hoy me hospedaré en tu casa. Y Zaqueo bajó y lo que sigue es historia conocida.

Todos queremos ver a Jesús, y podemos verlo, pero solamente vendrá a hospedarse en nuestra casa, en nuestro corazón, cuando nos humillemos, cuando nos acerquemos a verlo con humildad. Y cuando Él entre en nuestra casa, seremos capaces de hacer cosas impresionantes, como Zaqueo, dar la mitad de nuestra fortuna a los pobres. Conversión. Ciertamente la conversión es una decisión deliberada, pero sobre todo es obra de Dios, cuando con humildad nos acercamos a Él. Pues eso.