viernes, 9 de diciembre de 2011

Condena Para el Hermano Hombre


¡Buenos días hermano hombre!
No es necesario que te diga mi nombre.

Ven, hermano, ven, acércate.
Aquí, en la Piedra, siéntate.
Por unos tristes céntimos,
A ver si podemos reírnos.

Han tratado de arrancarme,
de la piedra en que estoy sentado.
Incluso alguno se atrevió a condenarme,
a morir defenestrado.

Ven, Siéntate, hombre humano.
Por unos céntimos en mano,
ni pobre, ni rico te harás;
pero sentado aquí te reirás.

Como tantos, ¿piensas que soy mendigo?
No hagas caso y, ¡escucha lo que te digo!
Esta piedra es la herencia que mi padre dejó.
Con ella restauraré lo que el pendejo vejó.

Vino un pendejo… y vino otro
Y otro tomo vino, y un tonto dejó un dejo…
Otro pendejo, miró la piedra, y dijo:
Es de oro el banco en que se sentó.

Con lujuria y avaricia en los ojos…
se abalanzaron, a estos despojos.
Creyendo encontrar inmortalidad,
y se despertaron en la inmoralidad.

Por unos míseros céntimos,
conjugaremos lo que sentimos.
Han tratado de defenestrarme,
incluso alguno vino a consolarme.

En fin, han tratado de matarme,
Lo cierto es que jamás podrán olvidarme.
No es normal, pero es cierto.
Soy inmortal, porque ya estoy muerto.

Buenas noches hermano hombre.
No es necesario que te diga mi nombre.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Parabola de los Talentos

Domingo XXXIII d TO


En la parábola de los talentos que hemos oído en la lectura del evangelio de este domingo, se mencionan a tres siervos; dos de los cuales hacen duplicar los talentos que les dio su señor; y otro que oculta el talento y no produce. Al primero le dio cinco, al segundo le dio dos y al tercero le dio uno; a cada uno según su capacidad. Cuando el amo vuelve, naturalmente reclama su hacienda y los talentos que dejó; a los dos primeros siervos, les da su elogio: “¡bien, siervo bueno y fiel!”; y al tercero su descontento y sentencia: “siervo malo y perezoso”.


Pero al margen de los adjetivos que dice el amo de cada siervo –bueno, malo, fiel, perezoso-, hemos de preguntarnos ¿Por qué dos de ellos hicieron fructificar los talentos? Y ¿por qué el tercero lo escondió? Pues una respuesta podríamos encontrar en las lecturas anteriores, el salmo y en la respuesta que da el tercer siervo. Y la respuesta que da el siervo malo y perezoso es que como su amo es un hombre duro que cosecha donde no ha sembrado, le dio ‘miedo’ y pozr eso lo ocultó. Y si nos fijamos en las lecturas precedentes y sobre todo en el salmo, no se habla de miedo, sino de ‘temor’; la antífona del salmo dice: “dichoso el que teme al Señor”. Así pues nos preguntamos: ¿es lo mismo el miedo y el temor?


Por un lado el miedo es algo que existe en nosotros, que nace y se suscita ante el peligro, frente al más fuerte que nos puede hacer daño, ante un perro rabioso que ladra, ante una araña o una cucaracha, ante la enfermedad o ante cualquier padecimiento de algún mal. Así pues el miedo es algo natural, que es suscitado por algo externo. De este modo nadie nos enseña este miedo, sino que nuestra frágil naturaleza nos la pone delante y son los mismos objetos de miedo los que lo suscitan en nosotros. Hemos de decir también a este respecto, que en los diccionarios con frecuencia se dice del miedo como temor o al revés.


Pero cuando en la Biblia se habla de temor, no es miedo, sino temor del Señor. No olvidemos que el temor del Señor es un don del Espíritu Santo. O sea que es algo que hay que pedir, algo que se nos tiene que dar, que tenemos que aprender; no es como el miedo que ya existe en nosotros.


San Hilario, Obispo, dice: “Pues, para nosotros, el temor de Dios reside todo él en el amor, y su contenido es el ejercicio de la perfecta caridad: obedecer los consejos de Dios, atenerse a sus mandatos y confiar en sus promesas. Oigamos, pues, a la Escritura que dice: Ahora, Israel, ¿qué es lo que exige el Señor, tu Dios? Que temas al Señor, tu Dios, que sigas sus caminos y lo ames, que guardes sus preceptos con todo el corazón y con toda el alma, para tu bien.”


Una vez aclarado este asunto, la respuesta es predecible; los tres conocían a su señor; pero el conocimiento de los dos primeros estaba basado en el temor, en la amor, en la bondad y generosidad de su señor, -cuando se hace lo que el Señor quiere o lo que le agrada-, y al fin y al cabo, de hacerlo por el bien de uno mismo. En cambio el tercero conocía a su Señor como un ser ‘duro’, un conocimiento basado en el miedo de lo que me pueda hacer si pierdo su talento; aquí tienes lo tuyo dice el tercero.


Tal vez nos demos cuenta de que somos como el siervo malo y perezoso que no hizo fructificar el talento que le dio su señor, o tal vez ni nos hemos dado cuenta de los talentos que el Señor no dio. Pero en todo caso, todos estamos llamados e invitados a ser un siervo bueno y fiel, un siervo que obra no por miedo sino por “temor del Señor”, por amor al Señor; pues a todos nos dio los talentos según nuestra capacidad, y de seguro que a nadie pondrá un peso mayor o por encima de sus fuerzas.


sábado, 10 de septiembre de 2011

¿Cristiano o Católico?

¿HAY ALGUNA DIFERENCIA ENTRE SER CATOLICO Y SER CRISTIANO?


Entre las nuevas iglesias que van surgiendo está de moda denominarse a sí mismos como ‘Cristianos’ sembrando cierta confusión entre los creyentes que no pertenecen a esas iglesias. Así pues, nos preguntamos: ¿Qué es ser cristiano? ¿Quién es cristiano? ¿Es lo mismo ser cristiano y ser católico?


CRISTIANOS son todos los que creen en Jesucristo, verdadero Dios y hombre. Ser cristiano es un don que se recibe en el BAUTISMO con agua en nombre de la Trinidad (Mt 28, 20). Cristianos son los católicos, ortodoxos, protestantes y evangélicos y otros que creen en la Trinidad. ¡Somos todos hermanos! San Agustín, en el siglo IV decía: “los de afuera, lo quieran o no, son hermanos nuestros”.


SER CATOLICO es creer en la plenitud de la fe cristiana. Hoy más que nunca es necesario recordarlo porque, hay quienes no reconocen a los católicos como cristianos. Quieren apropiarse del título "cristiano" sólo para ellos. Crean así falsamente una mutua exclusión entre ser "cristiano" y ser "católico". Dicen, por ejemplo: "Yo era católico pero ahora soy cristiano". Preguntan: "¿Eres cristiano o católico?". Los católicos debemos cuidarnos de no caer en la trampa. Podemos responder: "Soy Católico porque creo en Jesucristo como mi Señor y Salvador; y creo en toda la fe cristiana, por lo tanto soy cristiano y por eso soy tu hermano en Cristo".


Ciertamente si los católicos reconocemos a nuestros hermanos bautizados en otras iglesias como cristianos, no quiere decir por eso que renunciamos a nuestra propia identidad cristiana.


Por otro lado, ronda entre los “hermanos separados” el argumento de que la Iglesia Católica fue fundada por Constantino en el 313 y que desde ahí se llama católica. Lo que tal vez no se entiende bien es que el Emperador romano con el edicto de Milán no estaba fundando la iglesia cristiana católica, porque ésta ya estaba fundada por Jesucristo en los apóstoles (Mt 16,16-18), sino que por el edicto de Milán Constantino acabó con el culto estatal pagano en Roma, decretó el fin de las persecuciones contra los cristianos y la devolución a éstos de los bienes expropiados. Posteriormente Teodosio en el 380 convertiría el cristianismo en la religión oficial del estado.


DESDE LOS PRIMEROS SIGLOS, los escritos de los Padres de la Iglesia demuestran que, los cristianos que estaban unidos a la Iglesia fundada por Cristo eran llamados Católicos. La denominación de ‘Católico’ no es institución de Constantino. Uno de los primeros en llamar católico a la Iglesia, por ejemplo, fue San Ignacio de Antioquía que vivió entre los años (30-107 d.C.) y fue discípulo directo de San Pablo y San Juan. En su carta (A los Esmirniotas 8:2) dice: "Donde esté el Obispo, esté la muchedumbre así como donde está Jesucristo está la iglesia católica". Hemos de añadir que la palabra católico proviene del griego kath’holon que significa: “universal” y en algunos casos “ortodoxia o auténtica”.


San Cirilo de Jerusalén (315-386) dice: «La Iglesia se llama católica o universal por­que está esparcida por todo el orbe de la tierra, de uno a otro confín, y porque de un modo universal y sin defecto enseña todas las verdades de la fe que los hombres deben conocer (…) también porque induce al verdadero culto a toda clase de hombres (…) porque cura y sana toda clase de pecados sin excepción…» (Catequesis 18,23-25).


En conclusión hemos de decir que “soy católico y por eso mismo cristiano” o en palabras de San Pacián de Barcelona (375 d.C.) es su carta a Sympronian: "Cristiano es mi nombre, y católico mi apellido. El primero me denomina, mientras que el otro me instituye específicamente. De esta manera he sido identificado y registrado... Cuando somos llamados católicos, es por esta forma, que nuestro pueblo se mantiene alejado de cualquier nombre herético."


¿SABIAS QUE?
El nombre "cristiano" ocurre solo cuatro veces en la Biblia:
1 "En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de «cristianos»" (Hechos 11:26)
2 "Agripa contestó a Pablo: «Por poco, con tus argumentos, haces de mí un cristiano.»" (Hechos 26:28)
3 "una mujer cristiana" (1ª Corintios 9:5)
4 "pero si es por cristiano, que no se avergüence, que glorifique a Dios por llevar este nombre". (1ª Pedro 4:16)
No se sabe quién utilizó este nombre por primera vez. Parece que los cristianos no solían utilizarlo para ellos mismos hasta el segundo siglo. Antes preferían llamarse "hermanos", "discípulos", "creyentes", etc.

martes, 6 de septiembre de 2011

Cinco Caminos de Penitencia

¿Queréis que os recuerde los diversos caminos de penitencia? Hay ciertamente muchos, distintos y diferentes, y todos ellos conducen al cielo.


El primer camino de penitencia consiste en la acusación de los pecados: Confiesa primero tus pecados, y serás justificado. Por eso dice el salmista: Propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Condena, pues, tú mismo, aquello en lo que pecaste, y esta confesión te obtendrá el perdón ante el Señor, pues, quien condena aquello en lo que faltó, con más dificultad volverá a cometerlo; haz que tu conciencia esté siempre despierta y sea como tu acusador doméstico, y así no tendrás quien te acuse ante el tribunal de Dios.



Éste es un primer y óptimo camino de penitencia; hay también otro, no inferior al primero, que consiste en perdonar las ofensas que hemos recibido de nuestros enemigos, de tal forma que, poniendo a raya nuestra ira, olvidemos las faltas de nuestros hermanos; obrando así, obtendremos que Dios perdone aquellas deudas que ante él hemos contraído; he aquí, pues, un segundo modo de expiar nuestras culpas. Porque si perdonáis a los demás sus culpas –dice el Señor–, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros.


¿Quieres conocer un tercer camino de penitencia? Lo tienes en la oración ferviente y continuada, que brota de lo íntimo del corazón.



Si deseas que te hable aún de un cuarto camino, te diré que lo tienes en la limosna: ella posee una grande y extraordinaria virtualidad.



También, si eres humilde y obras con modestia, en este proceder encontrarás, no menos que en cuanto hemos dicho hasta aquí, un modo de destruir el pecado: De ello tienes un ejemplo en aquel publicano, que, si bien no pudo recordar ante Dios su buena conducta, en lugar de buenas obras presentó su humildad y se vio descargado del gran peso de sus muchos pecados.


Te he recordado, pues, cinco caminos de penitencia: primero, la acusación de los pecados; segundo, el perdonar las ofensas de nuestro prójimo; tercero, la oración; cuarto, la limosna; y quinto, la humildad.
No te quedes, por tanto, ocioso, antes procura caminar cada día por la senda de estos caminos: ello, en efecto, resulta fácil, y no te puedes excusar aduciendo tu pobreza, pues, aunque vivieres en gran penuria, podrías deponer tu ira y mostrarte humilde, podrías orar asiduamente y confesar tus pecados; la pobreza no es obstáculo para dedicarte a estas prácticas. Pero, ¿qué estoy diciendo? La pobreza no impide de ninguna manera el andar por aquel camino de penitencia que consiste en seguir el mandato del Señor, distribuyendo los propios bienes —hablo de la limosna—, pues esto lo realizó incluso aquella viuda pobre que dio sus dos pequeñas monedas.


Ya que has aprendido con estas palabras a sanar tus heridas, decídete a usar de estas medicinas, y así, recuperada ya tu salud, podrás acercarte confiado a la mesa santa y salir con gran gloria al encuentro del Señor, rey de la gloria, y alcanzar los bienes eternos por la gracia, la misericordia y la benignidad de nuestro Señor Jesucristo.



De las homilías de San Juan Crisóstomo obispo Homilía 2 sobre el diablo tentador, 6

miércoles, 29 de junio de 2011

Pentecostés

Uno. Teniendo en cuenta que la 'Palabra', en el contexto bíblico, no es una categoría conceptual o idea, sino mas bien un 'Acontecimiento', pareciera que la fiesta de Pentecostés se redujera a un mero recuerdo de lo que sucedió aquel día con los Apóstoles. A esto homos de añadir lo que reza la oración colecta del día de Pentecostés: "renueva los prodigios del día de Pentecostés". Por otro lado, año tras año la religiosidad popular cusqueña va insistiendo en dar culto a la Cruz el día de Pentecostés, influenciado tal vez, por la fiesta de la Cruz del "Señor de Torrechayoc" que tradicionalmente se celebra el día de Pentecostés. Hay cierta confusión en todo este asunto, por lo que consideramos necesario una catequesis basica del 'ser cristiano' y una 're-evangelización' resaltando la importancia de Dios Espíritu Santo en la vida del cristiano, la importancia del Espíritu que hace morada en nosotros y nos impulsa al encuentro con Dios Padre por medio de Jesucristo Hijo a quien sea la Gloria por los siglos de los siglos.



Dos. Me impresionó sobremanera el texto: "nadie puede decir Jesús es Señor si el Espíritu Santo no lo inspira". De ahi la importancia de la Venida del Espíritu Santo a nuestra vida, a nuestro ser, a nuestra historia personal. Puesto que ni siquiera podemos decir "Jesús es Señor" si el Espíritu Santo no nos impulsa ha hacerlo, cuanto más necesitaremos del Espíritu para obrar el bien, para cumplir los mandamientos, para ser santos, en definitiva para amar a Dios. Para que el Espíritu nos impulse a obrar el bien, ha de estar en nosotros, de ahi la necesidad de invocarle, de pedirle que venga; ha de estar en uno mismo para dejarse llevar, y ser docil a sus inspiraciones.




Tres. Cuando se habla de posesión diabólica, pareciera que el hombre pierde totalmente la facultad de la voluntad para ser arrastrado por el 'espiritu inmundo' y obrar el mal según le mande o impulse el 'espíritu maligno'. Asi también hemos de dejarnos poseer por el Espíritu de Dios, abandonarnos en sus brazos y dejar que el haga su obra en nosotros.



Envia Señor tu Santo Espíritu que renueve la faz de la tierra, la faz de mi ser.

Ven Espíritu Santo y renueva nuestros corazones llevanos al Corazon del Padre.

sábado, 21 de mayo de 2011

¿A Donde Vamos? ¿A Donde Vas?

Entre las afirmaciones que hace Jesús de sí mismo, llama la atención de sobremanera estas afirmaciones: "Yo soy la luz del mundo, "yo soy el pan de vida", o como en el anterior domingo: "yo soy la puerta", y en el caso de este domingo: "yo Soy el Camino y la Verdad y la Vida".



Jesús hace esta afirmación de sí mismo como respuesta a una pregunta -aparentemente ingenua- de Tomás. Jesús dijo: "a donde voy ustedes ya saben el camino". Tomás dice: "Señor, no sabemos a dónde vas . ¿cómo podremos saber el camino?" Es que, si no sabemos a dónde vamos... ¿cómo sabremos qué camino andar? o al revés, si no sabemos qué camino andamos, ¿cómo sabremos a dónde llegaremos? Pues claro está que el camino que Jesús ha de andar es el que le lleva al Padre, a nuestro Padre. Y el camino que el ha de recorrer no es otro que el de la cruz. De este modo, les anuncia lo que han de padecer para poder llegar a las moradas del cielo, para llegar a "ese lugar" que él a querido prepararnos de antemano. O sea que todos tenemos un lugar allá donde esta El. La pregunta es: ¿estaré recorriendo el camino que me lleva a ese lugar mientras puedo caminar?



Por otro lado está la pregunta de Felipe. Parece ser otra pregunta ingenua, de mucha curiosidad. "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". "¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha vsito a mi ha visto al Padre... ¿no crees tú que yo estoy en el Padre y el Padre en mi?" Pareciera que en busca de aclarar las cosas, Felipe, encuentra más confusión. Y esta confusión solo será esclarecida no por la razón, sino por la fe, -"¿no crees?"- y esta fe será completa cuando lleguemos a ese lugar que El tiene preparado para nosotros. La pregunta es: ¿estaré recorriendo el camino que me lleva a ese lugar mientras aún puedo caminar?

jueves, 21 de abril de 2011

Jueves Santo.

Los profetas predijeron muchas cosas sobre el misterio pascual, que es el mismo Cristo, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Él vino del cielo a la tierra para remediar los sufrimientos del hombre; se hizo hombre en el seno de la Virgen, y de ella nació como hombre; cargó con los sufrimientos del hombre, mediante su cuerpo, sujeto al dolor, y destruyó los padecimientos de la carne, y él, que era inmortal por el Espíritu, destruyó el poder de la muerte que nos tenía bajo su dominio.

Él fue llevado como una oveja y muerto corno un cordero; nos redimió de la seducción del mundo, como antaño de Egipto, y de la esclavitud del demonio, como antaño del poder del Faraón; selló nuestras almas con su Espíritu y los miembros de nuestro cuerpo con su sangre.
Él, aceptando la muerte, sumergió en la derrota a Satanás, como Moisés al Faraón. Él castigó la iniquidad y la injusticia, del mismo modo que Moisés castigó a Egipto con la esterilidad.
Él nos ha hecho pasar de la esclavitud a la libertad,de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la tiranía al reino eterno, y ha hecho de nosotros un sacerdocio nuevo, un pueblo elegido, eterno. Él es la Pascua de nuestra salvación.
Él es quien sufría tantas penalidades en la persona de muchos otros: él es quien fue muerto en la persona de Abel y atado en la persona de Isaac, él anduvo peregrino en la persona de Jacob y fue vendido en la persona de José, él fue expósito en la persona de Moisés, degollado en el cordero pascual, perseguido en la persona de David y vilipendiado en la persona de los profetas.
Él se encarnó en el seno de la Virgen, fue colgado en el madero, sepultado bajo tierra y, resucitando de entre los muertos, subió a lo más alto de los cielos.
Éste es el cordero que permanecía mudo y que fue inmolado; éste es el que nació de María, la blanca oveja; éste es el que fue tomado de entre la grey y arrastrado al matadero, inmolado al atardecer y sepultado por la noche; éste es aquel cuyos huesos no fueron quebrados sobre el madero y que en la tumba no experimentó la corrupción; éste es el que resucitó de entre los muertos y resucitó al hombre desde las profundidades del sepulcro.


De la Homilía de Melitón de Sardes, obispo, Sobre la Pascua

domingo, 17 de abril de 2011

Dejame entrar en Jerusalén

Siempre me he preguntado, por qué se lee el relato de la pasión y muerte de Jesús, el día de la entrada triunfal del mismo Señor Jesucristo en Jerusalén el Domingo de Ramos. Jesús montado en un pollino entra en Jerusalén. Un burro al que nadie había montado aun y al que nadie posiblemente montará jamás. ¿Por qué? Siempre que pienso en este animal, pienso en la humildad y cierta melancolía que trasmite este animal. Pienso que el burro es el más humilde de todos los animales de la creación; cuando el Hijo de Dios entró en nuestra historia, cuando el Verbo se hizo carne, a su lado estaba precisamente un burro, y ahora que entra en la ciudad santa de Jerusalén lo hace también en un Burro. ¿Por qué? Entra en la ciudad entre hossanas. Jesús entra como Rey. ¡Hosanna al Hijo de David! Un Rey ciertamente extraño. Un Rey singular. Un Rey totalmente distinto a los reyes que existieron en este mundo. Un Rey cordero, pollino siervo de los hombres...

Siempre he imaginado a Jesús entrando a Jerusalén por la mañana; aunque a veces lo veo entrando al atardecer... esto depende del estado de ánimo en que me encuentre... y según eso a veces me veo o quiero ser el humilde pollino que carga a Jesús, otras veces siento que soy una palma agitada por el viento o por la mano de alguno de los que dicen Hossana al Hijo de David... y otras veces... simplemente una alfombra o una manta tendida en el suelo por donde pasa el pollino que lleva a Jesús camino a Jerusalén.

Como quiera que fuera, Jesús entra en Jerusalén... y con el quiero entrar también yo, aunque luego venga el trájico relato de la Pasión y Muerte... es decir, queiro ser parte de esta historia. Déjame estar a tu lado señor amor de mi vida, no me sueltes, ya sabes como soy... déjame entrar contigo en Jerusalén. Tu me has escogido de no se que rebaño, establo para ti así como soy... como nadie me ha visto, tu me has visto con tanto amor. Tu sabes que te amo ! déjame entrar contigo en Jerusalén.

viernes, 4 de marzo de 2011

Hace mucho tiempo atrás, un día leyendo la Biblia, encontré un pasaje que decía: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Desde entonces, mirándome a mi mismo, he pensado que Dios es un iluso pidiendo tal cosa al hombre; iluso digo, no solo mirándome a mi mismo, sino que, echando una simple mirada a mi alrededor, podemos ver…

Oh cuan imperfectos somos los seres humanos! cuan decadente esta nuestra moral! cuan patéticos terminamos siendo cuando creemos hacer algo grandioso! (jlam)

He pasado demasiado tiempo pensando en que: cómo es posible que Dios nos pida algo así! Perfecto yo? Imposible!
¿Existe algún hombre perfecto en este planeta? Cómo es ese hombre y dónde está?()

¿Qué debo hacer para llegar a ser un hombre perfecto como Dios es perfecto?

Por mucho tiempo he andado abatido y angustiado en este pensamiento; no obstante, un día, Dios quiso aclararme este asunto. Perdonen que me atreva a hablar así; entonces leí otro pasaje que dice: “sean santos, porque yo soy Santo”. Si mal no entiendo, eso quiere decir que nosotros seremos santos y somos santos, porque Él es Santo! Osea que seremos santos no por nuestros meritos, sino porque de El emana la santidad y la perfección. (Perfección es una palabra que no me gusta)

He estado dándole vueltas al asunto una y otra vez, que por fin Dios abrió mi ojos, (perdonen que hable otra vez así) mi mente obtusa, para ver que ser santo nada tiene que ver con mi condición de pecador (que lo seré hasta el último segundo de mi vida)
La santidad de Dios consiste en una cosa muy sencilla y complicada:
Ser Misericordioso! Eso es ser santo. Pues eso, adios!

¿eres misericordioso?

¿eres misericordioso?

lunes, 7 de febrero de 2011

La Luz yLa Sal

Existen dos elementos de vital importancia para el hombre, la Sal y la Luz, incluso podríamos decir, imprescindibles. Por un lado la sal tiene su importancia como elemento que da sabor a las comidas. De algún modo, los ingredientes para preparar la comida, de por sí no tienen sabor; el sabor les es dado al contacto con la sal, es ahí cuando sale el sabor que guardan en ellas. Por otro lado está la luz, que sin ella, en la oscuridad, es difícil de ver, difícil de caminar sin tener que tropezar. ¿Cómo sería nuestra existencia sin estos dos elementos?

El señor Jesús en el evangelio nos dice que nosotros somos la sal de la tierra y la luz del mundo, y que esta luz ha de brillar, para que la gente la vea y crea y bendiga al Padre que esta en el cielo. No obstante recordemos que el Señor Jesús dijo: “yo soy la Luz del mundo; el que me siga no caminara en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” Jn 8,12). Si Él es la luz del mundo, nos preguntamos: ¿cómo hemos de entender que nosotros somos la luz del mundo?

De por sí, como los ingredientes de la comida que no tienen sabor, y el sabor lo adquieren al contacto con la sal, así el cristiano no tiene Luz de por si, sino que su Luz le viene de Cristo que es la Luz del mundo. Y esta Luz es sembrada el día de su bautismo al recibir la vela encendida como símbolo de la luz de Cristo. Luz de Cristo para que aumente, para que crezca y brille así en el mundo. El mismo Señor nos dice: “brille así vuestra luz ante los hombres”.

Ante lo anteriormente dicho hemos de preguntarnos: ¿Cómo está esa luz que de Cristo he recibido? ¿Ha crecido? ¿Se ha mantenido encendida? ¿Está a punto de apagarse? O simplemente ya está apagada. Y si mi luz esta apagada, ¿cómo puedo ser luz del mundo? Y ¿cuándo ha de brillar esa Luz? Nos lo dice el profeta Isaías (58,7-10): “cuando partas tu pan con el hambriento, cuando recibas en tu hogar al que no tiene techo, cuando vistas al desnudo, y de tu semejante no te apartes… “entonces brotará tu luz como la aurora” si no juzgas al otro, “resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía”.

Así pues, hemos de ser Luz en el mundo, y sal en la tierra que nos ha tocado vivir. Luz para iluminar a los que viven en tinieblas, y sal para dar sabor cuando la vida se vuelve insípida, y así ellos, viendo nuestra luz también puedan buscar la Luz que es Cristo y reaviven la Luz que de El recibieron.