viernes, 23 de abril de 2010

¿Me Amas? Una Pregunta.

3ºDdP

En el devenir de nuestra historia personal, hemos de enfrentarnos cara a cara con estas dos preguntas: ¿Quién soy yo para ti? ¿Me amas? De pronto aparece alguien y nos lo pregunta. ¿Verdad? Son dos preguntas existenciales. Dos peguntas, que también el ser cristiano ha de responder. Pues la vida de fe, del hombre con nostalgia de Dios, estriba entre estas dos preguntas. En este tercer domingo de pascua el Señor Resucitado nos pregunta como a Pedro: “¿me amas?” -porque la historia de Pedro, es mi historia, y es la historia de todo hombre que en su corazón ha decidido seguir al Maestro-,Y así como Pedro respondió, también, hemos de responderle nosotros. Tres veces le preguntó a Pedro, y otras tantas nos lo ha de preguntar.

La primera respuesta de Pedro es inmediata, convencido, y seguro de su amor. Con la misma actitud de un enamorado por primera vez. Un enamorado que iría hasta a la cárcel por amor, que daría su vida por amor, que en la locura del amor primero está dispuesto a todo. “Si, Señor, tu sabes que te quiero”. La segunda respuesta que da Pedro a la pregunta del Maestro, podríamos decir, que es una respuesta calculada, pensada, meditada, con cierta incertidumbre y poco inmediata, por su cabeza pasaría todas las promesas que le había hecho Jesús; y que él por seguirle, lo había dejado todo, su red, su barca, su suegra… ¿Cómo no lo voy a amar si por él lo he dejado todo? ¿Qué es eso, si no es amor? “Si, señor, tu sabes que te quiero”. Una vez más, seguro de su amor pero, sin conocer su corazón.

Cuando por tercera vez el amado pregunta: ¿me amas más que estos? Pedro se entristece y calla. Es ahora cuando se da cuenta de que sabe de su amor, pero no de su corazón. ¿Cómo lo voy a amar, si lo he negado, si lo he abandonado? ¿Que clase de amor es ese? No, eso no puede ser amor. Tres veces lo he negado. Tres veces me pregunta. Pero, ¿cómo no amar a este hombre tan maravilloso? Tantos son los signos que me ha mostrado, ¿Cómo no creer en Él? Tantas cosas ha hecho por mi, ¿Cómo no quererlo? ¿Cómo no amar a Jesucristo? tantas palabras, tantas cosas… No es un deber el amarlo, no es una obligación, para mi es una necesidad; si quiero, puedo regresar a mi barca y echar la red a la derecha y pescar, y vivir por el resto de mi vida de la pesca. No, no tengo ninguna obligación de seguirle. No es un deber el amarlo, es para mi una necesidad. Un día a orillas del mar lo conocí, me dijo: “desde ahora serás pescador de hombres”; me invitó a seguirle y yo lo he seguido. Y a pesar de que lo he negado, es para mí una necesidad de gratitud, de cariño, de amor. Es como la sed este amor, que me lleva a correr a la fuente del agua. Y mientras más bebo, más necesito de Él. Es para mí una necesidad. No una obligación. ¿Quién eres tú, Señor, que me mandas que te ame, y si no te amo, me amenazas con terribles desgracias? ¿Es que no es suficiente desgracia el no poder amarte? Si tuviera diez barcas llena de peces, pero, si me faltaras Tú, no tendría nada. Estaría vacío. Tal vez algún día por el miedo vuelva a negarte, pero por favor Señor, por favor, no dejes de preguntarme: ¿me amas más que estos? Entonces recordando mi pecado y tu misericordia diré: “Señor, tu lo sabes todo; tú sabes que te amo.

1 comentario:

  1. Así es Señor, tu sabes que te amo aunque algunas veces no lo sepa demostrar, pero si tu lees en el fondo de mi corazón sabrás que es verdad.

    ResponderEliminar