sábado, 17 de abril de 2010

Yo me Confieso Directamente a Dios.

El segundo domingo de pascua, es el domingo de “la divina misericordia”. Y nada mejor para hacer presente la divina misericordia de Dios que el sacramento de la reconciliación. Dios es Misericordia, y esta Misericordia se manifiesta en el perdón de los pecados; y este perdón de los pecados nos viene a través de los apóstoles a quienes Jesús les dio poder para perdonar pecados y poder para retenerlos (Jn 20,22-23). Y este poder de perdonar pecados se hace presente en el sacramento de la reconciliación.

Sin embargo es frecuente la frase: “yo me confieso directamente a Dios”. No necesito de nadie para obtener el perdón de mis pecados, y además, ¿por qué me voy a confesar a un sacerdote que también es hombre como yo y pecador también? Si, es verdad, como presbítero puedo decir: que el sacerdote también es pecador, y por eso también él tiene que confesar sus pecados a otro sacerdote.

Siguiendo la lógica de quien dice: “yo me confieso directamente a Dios, porque el esta en todas partes y esta en mi corazón y no necesito de nadie para confesarle mis pecados”, podríamos inferir también: “yo no me confieso a Dios, porque como está en todo lugar y en mi, el sabe mi pecado, así que no es necesario confesarlo, porque Él ya lo sabe”. Anthony de Mello decía: “Perdóname Señor por pedirte perdón, porque al pedirte perdón, he olvidado que tu eres misericordia y que me has perdonado antes de que yo te pidiera perdón”. Bellísimo, ¿verdad? Ciertamente, Dios nos perdona, incluso antes de que le hayamos pedido perdón, y también cuando en lo secreto de nuestra oración le pedimos perdón de nuestras ofensas, pues Él no quiere la condenación del pecador, sino, que se convierta y viva; pero ¿dónde está la certeza de que verdaderamente Dios me ha perdonado?

Por la fe en las palabras de Jesús, tenemos la certeza de que Dios ha perdonado nuestros pecados: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos." (Jn 20,22-23). Tenemos la certeza de que Dios nos ha perdonado cuando confesamos los pecados en el sacramento de la confesión. No es el sacerdote en si como hombre que perdona los pecados, -porque solo Dios puede perdonar los pecados-, sino Dios que actúa en el sacerdote; o mas aún, el sacerdote que actúa en la persona de Cristo –in persona Christi-, por eso el sacerdote dice: “…Yo te absuelvo de todos tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Ahí esta la certeza de que verdaderamente Dios ha perdonado mi pecado.

Si, ya se, a mi también me da vergüenza confesar mis pecados, y muchas veces tengo que confesar los mismos pecados, ¡que vergüenza! ¿Verdad? Sería muy cómodo y fácil para mí, si realmente podría confesar mis pecados “directamente a Dios” sin necesidad del sacerdote, y obtener el perdón de mis pecados sin recurrir al sacramento de la reconciliación. Y así cada vez que cometiera algún pecado ya no tuviera que tomarme la molestia de buscar al sacerdote, y tener que pasar el roche de contar mis pecados, pero yo creo en lo que dijo Jesús: así que caballero nomás, tengo que confesarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario