jueves, 13 de mayo de 2010

La Paz les Dejo, Mi Paz Les Doy.

6ºDdP
Cuando era niño, había muchas cosas de la Misa que no comprendía plenamente, y una de esas cosas era lo que el padre decía antes de darse el abrazo de la paz: “Señor Jesucristo que dijiste a tus apóstoles: “la pasos dejos, mi pasos doy”. ¿Qué querría decir eso? ¿Cuándo dijo eso Jesús? La rápida pronunciación hacía que se escuchara o que yo escuchara: “la pasos”. En el capítulo 14 del evangelio de Juan en el versículo 27 dice: “la paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo”. la reflexion de hoy gira entorno a lo que es la paz.

Todos anhelamos la paz. La paz para el mundo, la paz para mi hogar, la paz para mi mismo. Todos queremos vivir en paz. Es un anhelo connatural al hombre. Junto a este deseo de paz, existe un montón de cosas que nos ofrecen la tan ansiada paz: la música de relajación, la psicoterapia -en sus disitintas manifestaciones-, la meditación, incluso ciertas pastillas y brebajes. Nuestro propio trabajo, tambien es una forma de buscar esta paz. Trabajamos para tener dinero, queremos tener dinero para comprar cosas, para pagar las cuentas, para vivir sosegadamente; lo conseguimos, pero aun así, no tenemos paz y si la tenemos es efímera. ¿Qué es, pues, esta paz, que tanto ansía nuestro corazón? ¿En qué se diferencia la paz que nos ofrece el mundo de la paz que Jesucristo nos da?

En un mundo tan herido por las guerras, discordias, por las diferencias entre ricos y pobres, entre chuño y caviar, entre continentes enteros de hambre y misiles disparados para nada, en medio de epidemias mortales y pansexualismo y tanta tecnología, pareciera imposible tener un momento de paz. Por más que a diario trabajemos por la paz del mundo, por la paz propia, claro está que no podemos evitar que otros nos frieguen la vida y nos arrebaten la paz que de algún modo u otro logramos tener. Pero la paz que el señor Jesucristo nos da, no es como la paz del mundo. La paz de Jesucristo, no es la ausencia de guerra de dolor, de conflictos, de problemas; porque problemas todos los días los tenemos, los creamos nosotros mismos o nos hacen parte de ellos.
Jesús nos dice: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él”. La paz que el Señor nos da, nace precisamente de El. El viene y hace morada en el hombre que le ama y guarda sus palabras. Y así, el hombre que es morada de Dios, es un hombre de paz, porque Él que es la fuente de la paz, mora en él. Y es por eso que aunque no tenga dinero ni riquezas, como san Francisco de Asís, está feliz; el hombre que es morada de Dios, aunque tiene enfermedades incurables y mortales, bendice a Dios; el hombre que es morada de Dios, no se desespera, esta contento en su corazón bendiciendo a Dios, como los mártires, aun sabiendo que dentro de poco unos leones le van a devorar en el circo romano. El hombre que es morada de Dios, es un hombre de Paz, porque la fuente de paz vive en él; la paz, para él, no es ausencia de problemas, sino vivir en la gracia, bendecir donde tiene que haber maldición.

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