martes, 20 de julio de 2010

El Buen Samaritano

Siempre pensé que la parábola del buen samaritano era un modelo o ejemplo que Jesús nos ponía para que nosotros podamos seguir, y de algún modo es cierto; pues el Señor Jesús nos invita a amar al prójimo, y en este caso el prójimo resulta ser, no el más proximo, sino el extraño y en este caso el enemigo; no obstante, quiero decir, que un amigo me hizo entender, o mejor dicho contemplar esta parábola de otro modo: y esa visión es esta:
El hombre golpeado, tirado en el camino, soy yo, o en todo caso, somos nosotros; el Buen samaritano es Jesús, que al verme asi malherido sentido compasión de mi, me ha curado con su aceite y su vino, ha curado todas las heridas que los salteadores me han hecho; y los saltedores no es otro más que el demonio, que me ha asaltado, que me ha golpeado, que me ha robado lo que de valor tenía, y ha hecho conmigo lo que le ha dado la gana. Y Jesú, el buen samaritano, viendome en esta triste situación, ha tenido misericordia de mi, y me ha hecho montar en su propia cabalgadura, y me ha llevado a la posada que no es otra cosa sino que sus Santa Iglesia.
Gracias Señor Jesús por amarme aún asi cuando encaprichado en mi pecado, me convierto en un extraño y en tu enemigo. Gracias por curar mis heridas con tu vino, gracias por sanar mis dolores con tu aceite bendito, y gracias por el Vino que alegra mi corazón; gracias también por haberme llevado a tu posada. Tanta misericordia has tenido conmigo, enséñame a tenerla también contigo en el otro, donde tu estás Buen Samaritano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario