martes, 6 de julio de 2010

¿Quién es Jesucristo? Esta es la pregunta que los hombres de hoy y de hace siglos se hacen y es esta pregunta la que se plantea en la lectura del Evangelio según San Lucas. Cuando Jesús pregunta a sus discípulos: ¿quien dice la gente que soy yo? Ellos responden unos dicen que eres Juan el Bautista, otros que Elías o alguno de los profetas.

Toda la gente sabía que Jesús era alguien especial, algo así como un gran profeta, pero no tenían conciencia de que era realmente el Hijo de Dios. Por eso Jesús les pregunta y ustedes ¿Quién dicen que soy yo?
Es Pedro quién afirma que Jesús es Hijo de Dios, él es quien después de todo el tiempo acompañando a Jesús y viéndolo orar y curar a los enfermos, predicar sus enseñanzas y dar a conocer el Reino de Dios, sabe que Jesús no sólo es un gran profeta, sino que es el verdadero Mesías. El mesías que ha venido al mundo a liberar, a salvar, a quien se le rendirá todo honor y toda gloria.

Jesús para Pedro es el ungido del Señor. Es esta la imagen que tienen Pedro y los demás discípulos, que Jesús es el Mesías, un mesías que implantará el reinado de Dios, ante quien todo el mundo ha de arrodillarse y obedecerle; la imagen que cualquiera de nosotros tendría de un mesías enviado a salvarnos de nuestro enemigo; pero Jesús sabe que esta imagen que tienen los discípulos y que la tendría en sí todo el pueblo es muy distinta a la realidad, ya que el destino del Mesías salvador y liberador es ser rechazado a tal punto de ser llevado a la muerte.

Lejos de ser ese Dios poderoso y omnipotente capaz de destruir pueblos enteros, Jesús se presenta como un rey humilde, que ha de liberar y salvar pero a través de su muerte en la cruz, para que nuestros pecados sean perdonados y podamos formar parte de su reino, de un reino que no está en la tierra como Él siempre lo proclama, un reino que no es de este mundo.

Además Jesús no sólo ha venido para hablarnos de su reino sino que también nos hace partícipes de el y nos invita a seguirlo en su camino, a que nosotros también seamos capaces de tomar nuestra propia cruz que no es más que continuar por el camino estrecho de sus seguidores, asumiendo todo sufrimiento que tengamos que atravesar pero sin dejar de mirar a Jesús ya que Él será quien nos ayude con nuestra cruz cuando las fuerzas nos comiencen a faltar. Nos invita a amar cada dolor, cada dificultad que tengamos que enfrentar ya que sólo si comprendemos esto, comprenderemos a Jesucristo, comprenderemos el amor de Dios que es tan grande que no dudo en entregarnos a su Hijo para salvarnos.

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